Amigo Virgilio:

Han sido unos años donde te has desvivido por ellos, por sus padres y sus abuelos. Has trabajado hasta la saciedad, has trabajado por dentro y por afuera a esos feligreses, y ellos lo han visto. Lo hemos sentido, visto y alegrado de tu presencia siempre cercana. Ellos, alegremente, siempre me venían contando cosas de tus encuentros con ellos, y constantemente nos sorprendías con tu ingenio y tu capacidad evangelizadora.
Siempre he tenido las puertas abiertas a ti, a la parroquia, a lo que te pidiera, siempre has estado cerca, y siempre has venido a nuestras aulas, a invitarnos a seguir creciendo en la catequesis de confirmación.
Siempre que llegaba una fiesta, me invitabas, con la excusa que a mis alumnos les gustaría verme allí. Me llamabas para ir a San José de Ciudad Quesada y me has invitado a predicar y otras veces a acompañaros en fiestas o momentos especiales. Me he sentido querido, apreciado y en mi humildad, creo que he correspondido a tu amistad tan grande que nos une desde el Seminario.
Será duro empezar este curso, sabiendo que no estás tan cerca; lo único que sabiendo que no ha sido capricho tuyo el cambio, sino por necesidad, para asistir a tu
madre, elevo al Señor mi dolor, junto al de mis chicos, y le pido que
nuestra pena la convierta en salud para ella y tranquilidad para ti.
Que el Señor te bendiga, mi amigo y mi hermano mayor en el orden recibido.
¡ Hasta siempre !
Manuel Cosme.
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