5 de noviembre de 2012

¡Nosotros no esparcimos las cenizas de nuestros difuntos!


Cuántas veces hemos dicho en clase que la Iglesia no permite esparcir las cenizas de nuestros difuntos!. Nosotros, a lo largo del curso, creo que repetimos muchas veces la idea de respetar y cuidar nuestras tradiciones cristianas, como es el caso del día de todos los santos, el día de los fieles difuntos y muchas más tradiciones riquísimas que tenemos y que están dejándose de practicar porque ni sabemos, ni preguntamos lo que significa.

Efectivamente, así nos lo dice el magisterio de la Iglesia y así se nos recuerda constantemente. Por la "comunión de los santos" la Iglesia del cielo, del purgatorio y de la tierra constituimos una familia y que por ello vivimos en la esperanza de la vida eterna y de la resurrección. El día de Todos los Santos, así nos lo ha recordado Mons. Reig Pla, obispo de Alcalá-Henares, que a pesar de la distorsión que se pretende desde otros ámbitos, no es un día de luto y tristeza, sino una fiesta de alegría y de esperanza; Cristo, con su muerte y resurrección, nos ha abierto las puertas del cielo.



Mons. Reig explicó que el cementerio no quiere decir lugar de la muerte, sino que "la palabra cementerio quiere decir lugar de dormición".

La Iglesia exhorta a los fieles a guardar las tradiciones cristianas respecto al momento de la muerte y las exequias. "Enterrar a los muertos es una obra de misericordia". Aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; Se nos recuerda que "los católicos no esparcimos las cenizas de nuestros difuntos", sino que damos cristiana sepultura en lugar sagrado a los restos de nuestros difuntos, también a las cenizas, cuando, con las precisas condiciones señaladas por la Iglesia, se procede a la incineración.

Todo esto no es de nuestra invención o empeño personal sino que nos lo señalan los documentos de la Santa Iglesia, tales comoel canon 1176 del Código de Derecho Canónico; también lo podemos ver en el Ritual de Exequias y Praenotanda, nn. 18-19; en la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, en el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones, nº 254, 2002. Repito no es un capricho nuestro, sino que nuestros cuerpos han sido templos del Espíritu Santo y no podemos dejar de honrar a nuestros difuntos.

¡Ala, pues en la parte que nos corresponda, el que tuviera intención de ser arrojado al mar, que lo haga en vida y disfrute del chapuzón, solo o en compañía, y el que pensaba que lo arrojasen en la montaña, que antes de morir se lleve un bocata y disfrute del entorno y de la las vistas!

¡Que aproveche!.

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